El ayuno que nos enseñan las Santas Escrituras
El ayuno más grande e importante es el que hacemos en conformidad con lo que nos enseñan las Santas Escrituras, es decir, el ayuno que viene acompañado de la humildad, la caridad, la pureza, el arrepentimiento.
No todo ayuno es de provecho y agradable a Dios. Solamente el ayuno que se hace en el nombre del Señor y según la Ley de Dios es agradale a Él. Es decir, de la forma en que Adán lo recibió, como lo enseñaron los profetas y tal como lo practicaban los santos (Génesis 2, 16-17; 3, 26; Levítico 19, 29-31; Isaías 48, 1-6; Joel 2, 12-15; Éxodo 14, 18; Mateo 4, 2, etc.).
San Juan el Bautista ayunó toda su vida; el Señor también nos enseñó a ayunar y cómo hacerlo (Mateo 6, 16-18; Lucas 21, 24); los Apóstoles ayunaban y oraban (Hechos 13, 3; 14, 23; I Corintios 7, 5; II Corintios 11, 27).
Entonces, el ayuno más grande e importante es el que hacemos en conformidad con lo que nos enseñan las Santas Escrituras, es decir, el ayuno que viene acompañado de la humildad, la caridad, la pureza, el arrepentimiento, y unido con el ayuno espiritual, que es refrenar los sentidos y los pensamientos. Esto es lo que nos enseñan los Santos Padres. Como dice San Teodoro el Estudita, “el ayuno verdadero, que es bien recibido por Dios, consiste en renunciar a obrar el mal”.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Arhimandritul Ioanichie Bălan, Lumina și faptele credinței, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, p. 55)