¡Cuántos frutos nos da el ayuno!
El primer mandamiento que Dios le dio a la humanidad estaba relacionado con el ayuno. Y si este (el ayuno) era una necesidad imperiosa para nosotros en el Paraíso, antes de nuestra caída, lo es mucho más ahora.
El ayuno es un precepto que Dios nos dejó. El primer mandamiento que Dios le dio a la humanidad estaba relacionado con el ayuno. Y si este (el ayuno) era una necesidad imperiosa para nosotros en el Paraíso, antes de nuestra caída, lo es mucho más ahora. El mandamiento relacionado con el ayuno nos fue dado en el Paraíso y el Evangelio vino a renovarlo. Entonces, elevemos nuestros pensamientos a la divina morada del ayuno y, con esta contemplación, por decirlo de una manera, dediquemos nuestra vida y nuestra alma al trabajo del ayuno.
Este es un trabajo, un sacrificio, que no es relativo únicamente al cuerpo, porque sus beneficios y su necesidad no atañen únicamente a lo físico: es también un esfuerzo provechoso y necesario tanto para la mente como para el corazón. ¡Hermanos! Adentrémonos en este santo ayuno con devoción, con fervor. Las carencias a las que, aparentemente, se somete nuestro cuerpo con el ayuno, no son nada frente al inmenso beneficio espiritual que podemos recibir de este ejercicio de templanza.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Breanceaninov, Predici la Triod și Penticostar, tradusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sofia, București, 2003, p. 35)