Palabras de espiritualidad

Algunas reflexiones sobre el provecho del ayuno

    • Foto: Benedict Both

      Foto: Benedict Both

Translation and adaptation:

Cuando empieza un período de ayuno, solemos desearnos recíprocamente un ayuno beneficioso: “¡Que tu ayuno te sea de provecho!”. Esto significa que también hay un ayuno que no es provechoso.

¿Acaso Dios nos pide con insistencia todo esto? ¡No! La ventaja del ayuno es nuestra, no Suya. No podría hablar jamás del ayuno, sin recordar que también el oso ayuna, por un período de tres o cuatro meses... y sigue siendo oso. La serpiente no come más que tierra todo el invierno y sigue siendo serpiente, con su veneno mortal, sin sufrir cambio alguno en su ser. En lo que respecta a nosotros, si, como fruto del ayuno, en la noche de Pascua notamos que nuestro ser cambió en algo, es que hemos ayunado correctamente. Por eso es que, cuando empieza un período de ayuno, solemos desearnos recíprocamente un ayuno beneficioso: “¡Que tu ayuno te sea de provecho!”. Esto significa que también hay un ayuno que no es provechoso. Y no hace falta recordar con detalle por qué ayunar podría representar un esfuerzo inútil.

Muchas mujeres se quejan de que no pueden convencer a sus maridos para que ayunen. Pero, desde que empezaron a aparecer un sinfín de libros con recetas “de ayuno”, hay muchas mujeres que vienen y me cuentan que, luego de varias semanas, sus maridos aún ignoran que han estado ayunando. Preparan una variedad tan amplia de recetas, que cuesta darte cuenta de que estás ayunando. Por el contrario, si hoy le preparas a tu esposo sopa de habichuelas y patatas fritas, y mañana sopa de patatas y ensalada de repollo, y él no es precisamente un hombre lleno de virtudes —porque lo conociste quién sabe dónde, quizás en una discoteca—, seguramente no querrá seguir ayunando, no entenderá por qué tendría que hacerlo, e incluso podría armarte un gran escándalo, como suele ocurrir.

En cambio, los niños sí que quieren ayunar, pero usualmente los padres no los dejan, porque si ni ellos mismos entienden en qué consiste el ayuno, ¿cómo podrían enseñárselo a sus hijos? Los pequeños quisieran ayunar, pero resulta que la gente les ha llenado la cabeza a sus padres con que los niños necesitan proteínas y otros nutrientes para poder rendir en la escuela. Bien... ¡pero es que aún dándoles toda la proteína que nos dicen que debemos darles, el aprendizaje sigue siendo igual de difícil! Y es que los niños no tienen energías, porque se sienten presionados desde distintas direcciones. Nuestros abuelos guardaban los utensilios que les servían para la comida que no era “de ayuno” y sacaban otros, utilizados solamente al ayunar. Cuando se terminaba el período de ayuno, cambiaban nuevamente de vajilla. Seguramente era una exageración, pero con una explicación: el respeto por el ayuno. Nosotros no necesitamos hacer nada de esto, pero sí entender por qué nuestros antepasados hacían cosas así, para, con la ayuda de Dios, aprender a respetar también nosotros el ayuno.

(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, De la prietenie la iubire – Căsătoria, taina iubirii creștine, Editura Agaton, p. 183-184)