Una escuela del ayuno
“Muy bien, hermano, si practicas la templanza. El mejor ayuno consiste en comer sin llegar a saciarte. Pero, si ayunas por temor al stárets, estás absteniéndote a la fuerza, no por amor.”
Cierto día, el padre Vicente (Mălău) recibió la visita de un conocido stárets, y ambos permanecieron durante varias horas conversando sobre la salvación del alma. Al terminar, el anciano dijo:
—Reverendo padre stárets, sé que usted obliga a los monjes a ayunar dos o tres días seguidos, aunque hay algunos que no pueden hacerlo. ¿No sería mejor dejarlos que ayunen según sus propias fuerzas y voluntad?
—Yo no actúo así. Les hago ayunar, pero con el pan sobre la mesa. Estoy convencido de que así tendrán una recompensa mayor. Les enseño a ayunar manteniendo el pan frente a ellos. Porque “Dios ama al que da de buena voluntad”.
Decía su discípulo que el padre Vicente entraba algunas veces a la cocina y le decía al monje que preparaba los alimentos:
—Escúchame, padre: prepara suficiente comida para todos, poniendo en ella el aceite que sea necesario y cocinándola el tiempo suficiente. Lo importante es que sea buena, para que nadie se queje ni se enferme.
Contaba el mismo discípulo que el anciano venía regularmente al comedor con los demás monjes, pero no se sentaba a comer. Sólo de noche ingería algo, una cena frugal. Cuando terminaba, leía algún texto de provecho espiritual para los demás y observaba con amor cómo comía cada uno. Algunas veces, le decían los demás monjes:
—¡Padre, siéntese también Usted a comer un poco!
—Perdónenme, padres, es que ya comí en la oficina de la dirección con alguien, y realmente no puedo comer más. ¡Cuánto he comido hoy!
También se decía que, si observaba a alguien sentado sin comer, se le acercaba y le susurraba:
—¿Qué pasa, hermano, que no comes? ¡Venga, que hay que alimentarse!
—Perdóneme, venerable padre, es que ya estoy satisfecho.
—Muy bien, hermano, si practicas la templanza. El mejor ayuno consiste en comer sin llegar a saciarte. Pero, si ayunas por temor al stárets, estás absteniéndote a la fuerza, no por amor.
(Traducido de. Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 565-566)